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Mi Lengua Nativa

  • Ensayo

 

 

Por Enmanuel R. Arjona

 

Mi lengua se sostiene en latinismos, se enreda en arabismos y de anglicismos bebe sedienta en los ríos que surcan las planicies, los valles y montañas de la América septentrional. Fue del más violento de los vórtices lingüísticos que mi lengua surgió pausada, altiva y de palabras largas, de gramática rigurosa, metáforas que saben a rosa y poesía excepcional.

Sus acentos; se bifurcan y se mezclan inconscientes y lentos se enriquecen de dialectos y regionalismos. No sabe de muros ni océanos ni distancias, cruza a paso firme las fronteras, se confunden las banderas y al final, se sostiene de un tronco milenario que no conoce el límite del cielo que lo cubre, por que la tierra que lo rodea es fértil y los vientos que lo mecen un abrazo gentil.

Mi lengua es nativa de la historia y de los imperios, de la suerte de una Europa convulsionada entre guerras dinásticas, intrigas papales y ecos protestantes. Atrapada entre los vientos de la modernidad renacentista con reminiscencias bizantinas y el ocaso de un invierno medieval. Así, el ultimo suspiro del siglo XV selló triunfal el destino ineluctable de una Europa global, y Antonio de Nebrija hacia lo propio otorgándole al Castellano la primera de sus sólidas columnas; “La gramática Castellana” (Grammatica Antonii Nebrissensis). Legitimando así la hegemonía de la lengua castellana sobre los reinos de la península ibérica.

Rómulo bebió de Luperca el dulce néctar de la vida como la hispanidad bebe de sus hablantes su fuerza vital. Nuestra lengua nace del latín vulgar como la mas hambrienta de sus vástagos y por consecuencia; la más extendida de las lenguas romances, cuyos orígenes indoeuropeos son la raíz primera de nuestra visión occidental. El resto, pertenece ya a la memoria colectiva de la historia.

El termino Hispanidad es en sí mismo plural y complejo, su origen lingüístico provisto – a fuerza de batalla – de connotaciones étnicas, geográficas y culturales vislumbra un futuro expansivo y del más largo alcance. Más allá de las centenarias páginas de la Real Academia de la Lengua Española, la hispanidad fluye vívida desde las fauces del Niágara hasta el río de la Plata, de lo alto del castillo de Chapultepec a las galerías del museo del Prado, de las islas Filipinas a la Guinea Ecuatorial. En ambos hemisferios y en todas direcciones, nuestra lengua se enraíza y entrelaza en la propia identidad de quienes la hablamos, somos el resultado de más de mil años de efervescencia cultural, la amalgama perfecta de civilizaciones, lenguas y dialectos, cosmogonías, arte y literatura universal.

He ahí la importancia de establecer un mayor vínculo con nuestro idioma, de entender su origen, desde su impulso primigenio de comunicación hasta la vastedad de un legado que se transforma día con día, de aceptar como herencia el firme compromiso de compartirla y no reducirla a un simple concepto individual. No existe la “identidad hispana” como tal, existen las múltiples identidades hispanas; todas diferentes, todas ricas, complejas y diversas y son nuestras voces las que las enriquecen, nuestros pies el dulce fruto que las expanden.

 

Por lo tanto:

“Que nuestra lengua fluya poderosa a través del trueno de nuestras gargantas, que nuestra voz se escuche en palabras mas allá del límite de nuestros ecos y del seno de cada identidad germine gloriosa… la nueva hispanidad”.

 

Mural «Presencia de América Latina» – Jorge González Camarena