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Marisel

 

 

Todos los senderos de mi memoria convergen en ti…

 

Las veredas de mi memoria convergen irremediablemente en ti. Los valles y los montes, los desiertos y las selvas, las islas y continentes que he recorrido en una cronología desordenada desembocan en la puerta de tu casa.

Recorro caminos y senderos en mi mente de ida y vuelta. Sucede a la menor provocación y a cualquier hora del día; más en las noches tibias de primavera. Un olor a veces te conjura. El sonido de la lluvia sobre el techo de la cocina te recuerda. Las cosas más mundanas te invocan: el mar, el mes de abril, una canción de Amauri Perez me recuerdan tu rostro mirándome en silencio. Las curvas de mi guitarra que acaricio en las noches me conducen a esas tardes de mayo compartidas. Me enseñaste a detestar un poco menos el sentimentalismo, que hoy nuevamente odio con vehemencia.

Sueno de sabanas níveas, ondulantes como las olas en noches serenas e interminables, con las ventanas abiertas para navegar en el oleaje de un mar embravecido. Tu espalda tersa… escalo en mi recuerdo las crestas y valles de tu humanidad. Un crescendo rítmico que estalla sobre una playa lisa y amplia. Epílogo de un suspiro mutuo.

Fuimos lluvia cálida, piel nueva e inocencia. Fuimos el sonido del río, el olor de los mangos, una flecha certera. Fuimos una zambullida en el mar nocturno y tibio, para recostarnos en la arena, por el puro gusto de enjugarse nuevamente en las olas de tu mar caribe.

 

Escrito por Jose Luis Buen Abad

 

 – Seattle, WA – 

 

Henri Rousseau’s – The Dream