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ESTA NOCHE TUVE MIEDO

 

 

 

Por Rosario Martínez

 

Siempre me gustó el sonido de la lluvia en los cristales, sobre los techos y en las calles, asomarme hacia fuera para verla caer. También era agradable trazar figuras en los vidrios mientras le arrojaba vaho, aunque casi siempre terminaba anotando mi nombre. Me sentaba en el antepecho de la ventana e imaginaba ser una diminuta gota que viajaba por calles, canales, ríos y hasta llegar al mar, donde recorría todo el océano convertida en una sirena de agua y sal.

Pero hoy no, hoy no me gusta como llueve. Es de noche, los relámpagos parecen amenazadoras culebras de luz que me vieran por segundos sólo a mí. Los truenos se escuchan cual gruñidos de monstruos gigantescos que pelearan y en lugar de callarse, buscaran competir para ver quién lo hace más fuerte. Cierro las cortinas de un tirón; no quiero ver afuera. Los árboles del frente se sacuden como si estuvieran hechizados o acalambrados, de vez en cuando parece que tocaran a mi ventana.

Todo está oscuro, la luz se fue hace casi media hora y el teléfono de mi buró dejó de funcionar. Siento temor, cada ruido o trueno me hacen saltar. Creo que en cualquier momento me soltaré a llorar. Me siento temblando, no sé si de frío o de miedo. Me meto entre las cobijas, me arropo hasta los ojos y los giro como el péndulo de un reloj que mamá tiene en la sala. Miro de un lado a otro, esperando ver salir de algún rincón los fantasmas, vampiros, monstruos y demás personajes terroríficos de todas las películas que he visto ¡Sé que pronto van a aparecer, quizá del clóset! Aprieto con fuerza los ojos, por lo menos si llegan no los veré. Creo que cada minuto que pasa tengo más y más miedo. Me atrevo a abrirlos de nuevo: nada, sólo lluvia, oscuridad, relámpagos y truenos. Las cortinas ondean con las ráfagas de viento que se cuelan por la ventana entreabierta. ¡Ay, un fantasma!, pienso. Es un fantasma que viene por mí ¿Por qué no les grito a papá y a mamá? porque estoy sola, ¡sola! Ellos tuvieron que salir de improviso para ir a ver al abuelo que está enfermo, y con este frío y esta lluvia, prefirieron dejarme en casa. Sí, creo que voy a llorar. ¿Por qué no vuelve la luz? ¡Ya debería haber vuelto!

¡El celular! me acuerdo, pero está dentro de mi mochila en la sala. Ahí la dejé, aunque mi mamá me pidió que la guardara en mi recámara. A ver quién se atreve a salir de la cama, ya no del cuarto… recorrer el kilométrico pasillo, bajar los quince escalones y entrar en un mundo oscuro, poblado de amenazas. Me estremezco aún más, ¡no, eso ni pensarlo!

–¡Tú! –escucho una vocecita tímida que se hace cada vez más fuerte, casi me grita–. Tú lo harás, recuerda que la oscuridad es la ausencia de luz, sólo estás asustándote a ti misma, no hay vampiros, fantasmas ni brujas. No hay nada que temer, así que deja de temblar y si necesitas hablar con papá y mamá para sentirte mejor y más tranquila, sal de la cama, baja a la sala por tu mochila, toma el celular y háblales –Pero… si soy yo, ¡estoy hablando sola!, es decir conmigo misma, ¡caramba, no sabía que era tan valiente!

Respiro profundamente y empiezo a cantar en voz alta mi canción favorita. Dejó la cama, me pongo las pantuflas, salgo despacio, muy despacio de la recámara. Ya voy en el pasillo y ¡sigo viva! Bajo las escaleras, ya siento menos miedo, llego a la sala y canto más alto. Busco mi mochila en los sillones recorriéndolos con las manos y… ¡ya está! ¡la encontré! Suena el celular, por poco agujero el techo del brinco que doy. Se enciende una luz: “celular mamá llamando”. Suspiro de alivio y contesto.

–¿Bueno, mamá?, sí, no te preocupes, aquí todo está bien, sigue lloviendo muy fuerte pero no creas que tengo miedo ¿eh? Bueno, sólo un poquito, sí… ya casi llegan, ah, ¡qué bueno!… bien mamá, adiós. –cuelgo, tomo mi celular como linterna y subo con calma y tranquilidad la escalera. Ya no temo. Sigo subiendo.

En este momento vuelve la luz.

 

Ilustración – John Kenn 

 


Cuento seleccionado ganador en el concurso para el Calendario de Valores de Televisa en el ciclo escolar 2006-2007. Asimismo fue publicado en el Calendario de Valores y distribuido en todas las escuelas primarias de México.